lunes, 11 de agosto de 2014

ENTRE LA NIEBLA



Aquella tarde, mientras conversaba con Marcelo, el más viejo de mis compañeros de trabajo, logré ver entre la niebla un resplandor intermitente. Lo único que podía determinar era que se dirigía hacia el astillero. Al definirse las formas, mi expectación se transformó en asombro. Era un enorme buque de tres mástiles. Sus velas raídas denotaban que habían soportado, quizás durante siglos, las incontenibles ráfagas del tiempo.
Interrogué  a Marcelo, desconcertado.
“Es un barco fantasma -respondió- Hacía años que no lo veía. No imagino por qué ha vuelto”. Comenté asustado que debía tratarse de un presagio. Algo terrible estaba a punto de ocurrir. “No lo creo -me corrigió, sin darle ninguna importancia-. Solo debe ser que el océano está recordando”.


KALTON BRUHL








Más relatos en:
http://www.latribuna.hn/2013/04/14/cinco-cuentos-de-kalton-bruhl/

sábado, 10 de mayo de 2014

PATÍBULO

 
 
Patíbulo.

Los jueces me declaran culpable y me conducen al patíbulo. Cae la cuchilla de la guillotina y pierdo la cabeza. Una vez cumplido este trámite le doy las gracias al verdugo y regreso a casa.
   

JAVIER TOMEO

viernes, 29 de noviembre de 2013

EL IMITADOR DE VOCES


El imitador de voces, que ayer por la tarde fue huésped
de la Asociación de Cirujanos, se mostró dispuesto, después de
su representación en el Palais Pallavicini, al que lo había invita
do la Asociación de Cirujanos, a ir con nosotros al Kahlenberg,
para allí, donde tenemos una casa siempre abierta a todos los
artistas, exhibirnos también su arte, naturalmente a cambio de
unos honorarios. Rogamos al imitador de voces, que procedía
de Oxford, Inglaterra, pero había ido al colegio en Landshut y
 había sido en otro tiempo armero en Berchtesgaden, que
no se repitiera en el Kahlenberg, sino que nos representara algo
totalmente distinto de lo de la Asociación de Cirujanos, es decir, 
que imitase en el Kahlenberg voces totalmente distintas de
las del Palais Pallavicini, lo que nos prometió a nosotros, que
habíamos estado entusiasmados con el programa que presentó en
el Palais Pallavicini. Realmente, el imitador de voces nos imitó
en el Kahlenberg voces totalmente distintas, más o menos
famosas, de las de la Asociación de Cirujanos. Pudimos formular
también deseos, que el imitador de voces satisfizo con la mejor
voluntad. Con todo, cuando le propusimos que, para terminar,
imitase su propia voz, nos dijo que eso no sabía hacerlo.
 
THOMAS BERNHARD

sábado, 12 de octubre de 2013

GUISO DE GALLINA

 

 Han dicho de invitarme a un guiso de gallina.
 Hemos pasado un buen rato, correteando por todo el gallinero entre plumas y risas.
 Pero el jolgorio termina para mí cuando descubro que yo soy la gallina.


JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

miércoles, 2 de octubre de 2013

EL FUNERAL

 


Durante un paseo, me uní a un cortejo fúnebre. Siempre anima más que vagar uno solo y sin rumbo. No sabía a quién estaban enterrando, pero ¿qué importaba? Nosotros, los humanos, formamos todos una gran familia.
   Además, siempre se puede preguntar. Mi vecino de la izquierda del cortejo tampoco lo sabía.
  —Voy a la tintorería a recoger un pantalón. He visto un funeral y puesto que me pilla de camino me he unido. Sólo hasta la esquina y después tuerzo.
   Pregunté, pues, al vecino de la derecha.
   —¿Que de quién es el funeral? Y yo qué sé, ¿acaso muere poca gente? El banco no abre hasta las nueve, así que tengo un poco de tiempo todavía.
  El tercero, que caminaba unos pasos atrás, tampoco era capaz de informarme.
   —Yo no soy de aquí, soy un simple turista. Pero pregunte a esa señora con velo negro, la que camina detrás del féretro. Tiene pinta de ser la viuda y debe de saberlo.
  En ese momento empezó a llover y abandoné el cortejo. No voy a mojarme por alguien a quien ni siquiera conozco personalmente.



martes, 1 de octubre de 2013

HABLABA Y HABLABA

 

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
MAX AUB

martes, 25 de junio de 2013

ORIGEN DEL MITO



Ejerciendo de médico en las tierras del Norte, fui reclamado una noche de tormenta para atender un parto. En aquel lugar dejado de la Providencia se han visto muchas cosas extrañas, y no me sorprendió que el recién nacido tuviera cabeza de becerro. Recomendé ahogarlo con un almohadón, pero a los padres les faltó valor. El varón creció y, mucho tiempo después, cuando ya había cumplido quince años, vino a visitarme. Me llamaba «buen doctor», pero había en sus palabras un velo de amarga ironía. Yo no podía apartar la vista de sus astas de toro. «He sabido por mis padres que usted les aconsejó matarme», dijo. «Así es», respondí con todo el aplomo de que fui capaz, pues temía que su propósito fuera vengarse por ello. «Debieron hacerle caso», fue lo último que le oí mugir mientras abandonaba mi consulta. Después supe que, antes de venir a verme, había corneado a sus padres hasta la muerte. También me dijeron que huyó al monte, y que allí construyó una casa de largas e intrincadas galerías para recluirse en su interior, pero ésa es otra historia.




MANUEL MOYANO