viernes, 29 de noviembre de 2013

EL IMITADOR DE VOCES


El imitador de voces, que ayer por la tarde fue huésped
de la Asociación de Cirujanos, se mostró dispuesto, después de
su representación en el Palais Pallavicini, al que lo había invita
do la Asociación de Cirujanos, a ir con nosotros al Kahlenberg,
para allí, donde tenemos una casa siempre abierta a todos los
artistas, exhibirnos también su arte, naturalmente a cambio de
unos honorarios. Rogamos al imitador de voces, que procedía
de Oxford, Inglaterra, pero había ido al colegio en Landshut y
 había sido en otro tiempo armero en Berchtesgaden, que
no se repitiera en el Kahlenberg, sino que nos representara algo
totalmente distinto de lo de la Asociación de Cirujanos, es decir, 
que imitase en el Kahlenberg voces totalmente distintas de
las del Palais Pallavicini, lo que nos prometió a nosotros, que
habíamos estado entusiasmados con el programa que presentó en
el Palais Pallavicini. Realmente, el imitador de voces nos imitó
en el Kahlenberg voces totalmente distintas, más o menos
famosas, de las de la Asociación de Cirujanos. Pudimos formular
también deseos, que el imitador de voces satisfizo con la mejor
voluntad. Con todo, cuando le propusimos que, para terminar,
imitase su propia voz, nos dijo que eso no sabía hacerlo.
 
THOMAS BERNHARD

sábado, 12 de octubre de 2013

GUISO DE GALLINA

 

 Han dicho de invitarme a un guiso de gallina.
 Hemos pasado un buen rato, correteando por todo el gallinero entre plumas y risas.
 Pero el jolgorio termina para mí cuando descubro que yo soy la gallina.


JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

miércoles, 2 de octubre de 2013

EL FUNERAL

 


Durante un paseo, me uní a un cortejo fúnebre. Siempre anima más que vagar uno solo y sin rumbo. No sabía a quién estaban enterrando, pero ¿qué importaba? Nosotros, los humanos, formamos todos una gran familia.
   Además, siempre se puede preguntar. Mi vecino de la izquierda del cortejo tampoco lo sabía.
  —Voy a la tintorería a recoger un pantalón. He visto un funeral y puesto que me pilla de camino me he unido. Sólo hasta la esquina y después tuerzo.
   Pregunté, pues, al vecino de la derecha.
   —¿Que de quién es el funeral? Y yo qué sé, ¿acaso muere poca gente? El banco no abre hasta las nueve, así que tengo un poco de tiempo todavía.
  El tercero, que caminaba unos pasos atrás, tampoco era capaz de informarme.
   —Yo no soy de aquí, soy un simple turista. Pero pregunte a esa señora con velo negro, la que camina detrás del féretro. Tiene pinta de ser la viuda y debe de saberlo.
  En ese momento empezó a llover y abandoné el cortejo. No voy a mojarme por alguien a quien ni siquiera conozco personalmente.



martes, 1 de octubre de 2013

HABLABA Y HABLABA

 

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
MAX AUB

martes, 25 de junio de 2013

ORIGEN DEL MITO



Ejerciendo de médico en las tierras del Norte, fui reclamado una noche de tormenta para atender un parto. En aquel lugar dejado de la Providencia se han visto muchas cosas extrañas, y no me sorprendió que el recién nacido tuviera cabeza de becerro. Recomendé ahogarlo con un almohadón, pero a los padres les faltó valor. El varón creció y, mucho tiempo después, cuando ya había cumplido quince años, vino a visitarme. Me llamaba «buen doctor», pero había en sus palabras un velo de amarga ironía. Yo no podía apartar la vista de sus astas de toro. «He sabido por mis padres que usted les aconsejó matarme», dijo. «Así es», respondí con todo el aplomo de que fui capaz, pues temía que su propósito fuera vengarse por ello. «Debieron hacerle caso», fue lo último que le oí mugir mientras abandonaba mi consulta. Después supe que, antes de venir a verme, había corneado a sus padres hasta la muerte. También me dijeron que huyó al monte, y que allí construyó una casa de largas e intrincadas galerías para recluirse en su interior, pero ésa es otra historia.




MANUEL MOYANO

miércoles, 5 de junio de 2013

EL INSOMNIO


………. 



El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que enseguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.


VIRGILIO PIÑERA

lunes, 29 de abril de 2013

PROYECCIÓN




¿Acaso no te proyectas en mí mostrando la perceptible brecha que se constata entre nosotros? Es holgura de dos seres, de una piel que acoge a otra más pequeña, ínfima a su lado y diminuta; marchas, escapas en navegación por las traviesas de mi mente, por un cuerpo salado de mujer, como cuando de niña me sumergía en las olas una vez y otra, alegre, jugueteando con mi hermana. 



Irene Cruz

sábado, 13 de abril de 2013

SÍSIFOS




Sobre la cubierta rectangular de un edificio desconocido, despierta y encuentra a su lado las ropas con las que ha de ataviarse. Son ropas extrañas, futuristas y de un ofensivo color naranja eléctrico.
A unos pasos, dos hombres terminan de vestirse, como ella, con prendas de color gris metalizado. Se acerca a uno de ellos, el que luce una barba canosa. Reposa la cabeza en su hombro al tiempo que le susurra: «Otra vez a empezar. ¿Dónde estaremos y qué año será?»
El hombre de la barba la mira con ojos tristes y antiguos. No la extraña, aunque no la reconoce.
La mujer siente un escalofrío. Sólo ella recuerda que los tres van a repetir la misma historia en otro lugar y en otro tiempo. Y es la primera vez que ella recuerda. ¿Cuántas veces han desempeñado el mismo teatro?



ISABEL MARTÍNEZ BARQUERO

jueves, 11 de abril de 2013

CHARO Y OTROS POEMAS




Eres un poema, cierto, pero no uno de ésos
que se pudren en las páginas de oscuras
antologías del siglo dieciocho
o fanzines de los años noventa: tú eres uno
que todo el mundo se sabe, cuyos versos repiten
en la radio y en la escuela, y la gente se dice
ante una chica bonita, o si se hacen unas risas,
o son felices, o, sobre todo, al llegar a casa
mientras fuera está cayendo la tormenta del milenio.



JOSÉ DANIEL ESPEJO

viernes, 22 de marzo de 2013

ATARDECER CON WALLACE STEVENS



 



Mirar por la ventana es sólo uno
de los actos posibles en esta tarde muerta.
Mirar con anodina indiferencia
a los niños que juegan en la plaza,
a sus madres sentadas en los bancos
o fumando de pie, junto al marido,
todavía —las siete— con las gafas de sol.

Una sola pobreza es suficiente
para entender las otras. Una sola
canción puede arrancar distintas lágrimas,
dependiendo del grado de tristeza
—o de conformidad con la tristeza—
de quien la escucha. Una sola vida
podría contener todas las vidas.

Un poema difícilmente puede
contener sentimientos imposibles
de encontrar en cualquiera, ni agotarlos:
un poema es un gesto que todos han escrito
cuando uno lo copia en el papel,
un fragmento de vida en que el poeta,
hablando de sí mismo, habla de todos.




ÁNGEL PANIAGUA 
             

jueves, 21 de marzo de 2013

A UN POETA SAJÓN



Tú cuya carne, hoy dispersión y polvo, 
pesó como la nuestra sobre la tierra, 
tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella, 
tú que viniste no en el rígido ayer 
sino en el incesante presente, 
en el último punto y ápice vertiginoso del tiempo, 
tú que en tu monasterio fuiste llamado 
por la antigua voz de la épica, 
tú que tejiste las palabras, 
yú que cantaste la victoria de Brunanburh 
y no la atribuiste al Señor 
sino a la espada de tu rey, 
tú que con júbilo feroz cantaste, 
la humillación del viking, 
el festín del cuervo y del águila, 
tú que en la oda militar congregaste 
las rituales metáforas de la estirpe, 
tú que en un tiempo sin historia 
viste en el ahora el ayer 
y en el sudor y sangre de Brunanburh 
un cristal de antiguas auroras, 
tú que tanto querías a tu Inglaterra 
y no la nombraste, 
hoy no eres otra cosa que unas palabras 
que los germanistas anotan. 
Hoy no eres otra cosa que mi voz 
cuando revive tus palabras de hierro. 

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo 
que mis días merezcan el olvido, 
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises, 
pero que algún verso perdure 
en la noche propicia a la memoria 
o en las mañanas de los hombres.


JORGE LUIS BORGES

domingo, 10 de febrero de 2013

TODAS LAS MUJERES DE MI VIDA SE MUEREN POR SER TU EN ESTE MOMENTO



Todas las mujeres de mi vida
se mueren por ser tú en este momento.
Un día fui yo el que me moría por ellas
porque todas fueron tú durante un instante.
Sin embargo, no puedo concebir ahora 
la vida sin las cosas que me has ido
pegando y limando sobre mi piel.

Todos los corazones que me he ido 
comiendo han hecho del mio
un órgano a la medida de tu mano.
Por eso me gustas tanto cuando 
sin piedad me lo arrancas y amagas 
con comértelo sicalíptica y pudorosa 
al mismo tiempo.

Yo me siento seguro cuando lo tienes
en tu mano como un trofeo conquistado,
mientras mis venas se enroscan en tu brazo
hasta encontrar una arteria fatal 
en la que clavarse y llevarte al orgasmo 
sin necesidad de utilizar 
ningún músculo de mi cuerpo.

Sin el vértigo de la pérdida
el valor sólo sería una palabra más
para algún poema y tú serías como las otras
que desean ser tú en este momento.
Sin embargo, a veces me gusta ser egoista
y ver ese abismo de niebla en tus ojos,
ver como dices con una mirada
lo que una mujer no debe decir nunca
para quedarse sin ese as en la manga
y yo me lo crea demasiado.

Todas las mujeres de mi vida
se mueren por ser tú en este ahora,
por eso yo, lo confieso, 
disfruto como Jack el Destripador
matándolas con una mirada
justo cuando esbozan sus sonrisas
y están a punto de decirme
lo orgullosas que están de mi.

Me gusta que se mueran desangradas
en cualquier acera 
mientras les lanzo un beso
y continuo mi camino
con esa canción de Los Secretos
revoloteando en mi mente...
Tuviste una oportunidad
y la dejaste escapar.

ALBERTO CARIDE